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"MEMORIAS DE UN AMOR REAL"

  • Foto del escritor: Andres Rojas Rueda
    Andres Rojas Rueda
  • 25 nov. 2018
  • 6 Min. de lectura

Es real, lo conocí, lo viví con la furiosa intensidad que trae una vida llevada al limite. Sí, estoy hablando del amor, aquel sentimiento que no podemos explicar, ese que nos invade el cuerpo, nubla nuestras mentes y nos lleva a actuar de maneras que jamás llegamos a imaginar; muchos ya no creen en él, otros lo confunden con costumbre, con apego, con celos y con absoluta dependencia y necesidad del otro ser para vivir. Pero ninguna de estas expresiones en realidad son amor y lo se porque lo conocí y llego a quemar mi pecho con la fuerza que irradian mil soles.

El amor de tú vida llega a ti una sola vez y si no se queda a tu lado, todo lo que conozcas y vivas de allí en adelante solo será un conjunto de intensas emociones que trataran de recrear este sentimiento que ya no podrás expresar por nadie más, y es que llega cuando menos lo esperas, cuando no lo quieres, cuando ni siquiera lo entiendes, pero sabes que ahí esta presente, latente, no sabes como explicarlo pero cuando ves a esa persona por primera vez, sientes como una parte de ti deja de ser tuya y pasa a pertenecerle a ella y por mas que quieras ya jamás esa parte volverá porque es como si desde tu nacimiento cargaras con un trocito de alma ajena y en algún punto de la vida el destino te junta con la dueña de ese trozo de alma y de manera inmediata aquella pertenencia es reclamada. Así me sucedió a mí, sentado frente a la ventana de un salón de clases en un segundo piso, distraído como siempre, absorto en mis pensamientos como la mayoría del tiempo me suele suceder, cuando mi corazón en un fuerte y agudo palpito me despertó y me obligo a sacar la cabeza por aquella venta la cual recuerdo como si aún estuviese ahí asomado contemplando la mirada en la que supe que quería estar perdido cada día en que respirara. Ella no me notaba, pero yo no podía dejar de contemplarla. Era el primer día de clases y como se me había vuelto costumbre al ser un estudiante con antigüedad, debía recibir con algo de humor y picardia a los de nuevo ingreso, pero después de verla no pude recordar mis bromas que ya eran famosas, ella era hermosa, estaba llena de ternura y dulzura, llevaba una blusa amarilla a rayas con un estampado infantil y era de esperarse pues tan solo era una niña de once años, su cabello era ondulado, cientos de rizos como escaleras de espiral, abundantes y rebeldes como la melena de un león, sus ojos eran quizá los mas grandes, brillantes, expresivos y hermosos que he visto jamás, con labios gruesos y una sonrisa que te llevaría al cielo. Sin saberlo la amé con locura, de la forma mas inmediata, irreversible e irreparable que existe. El año transcurrió, yo tenía pareja y ella era una niña inocente y buena, con majestuosos dotes para el baile, era admirable verla en cada presentación y poco a poco nos hicimos buenos amigos pues, aunque poco compartíamos, siempre bien nos entendimos. Al terminar el año escolar me fui en busca de otros caminos, de nuevos destinos, nunca he podido permanecer por mucho tiempo en el mismo sitio. Los únicos dos lugares donde me podía quedar sin querer salir corriendo eran mi pensamiento y su mirada profunda que me llenaba de paz. Pero en ese momento nuestros caminos por un buen tiempo se dividieron, mas sin embargo existen personas que están destinadas a encontrarse y por mas que traten de alejarse, la vida se encarga de unirlas cuando el momento sea idóneo para ambas partes y así sucedió, un par de años después por azares del destino y las locuras de su pequeña hermanilla, nos volvimos a unir y nació una fuerte amistad, entrañable, incondicional, cómplice e inigualable. El tiempo empezó a pasar y con los días comprendí que eso que ella me hacia sentir era aquel sentimiento llamado amor del que tanto había escuchado ya, pero del que no lograba comprender su funcionar, ya no sabia con que excusa visitarla, las horas pasaban a su lado con la velocidad con la que cae un rayo. Odiaba que de sus parejas y sus amores me hablara, pero aborrecía mas cuando sus desamores llegaban, su dolor, sus tiernas lagrimas aplastaban mi alma y sin embargo debía ser fuerte para poder animarla, para conseguir que en su rostro se dibujara esa sonrisa que al cielo siempre me llevaba. Su mejor amigo fui y sin que ella lo notara o más bien, sin que de esa forma lo tomara, todo mi amor le di, no tengo la cuenta de cuantas mujeres pasaron por mi vida mientras ella con sus amores andaba, pero lo que si recuerdo claramente es que todas y cada una de esas mujeres recibieron un desplante de mi parte cuando ella llamaba y me decía que me necesitaba, nunca dude en correr a su auxilio, sin importar el momento o el lugar donde me encontrara, ella se convertía en mi prioridad y a su encuentro volaba; en ocasiones llegue a pensar que ella lo mismo por mi podía sentir, pero dudaba, era una niña que quería vivir y yo un hombre que por ella todo lo daba. Siete largos años pasaron (aunque ahora que en mi vida ya no está creo que fueron siete cortos años en comparación con lo que hubiese deseado) y en ellos nuestra relación se afianzaba, tanto que un día entre chiste y chanza durante una de aquellas tantas conversaciones que nunca terminaban, los sentimientos afloraron y casi como si fuese algo planeado, le confesé todo lo que tenía guardado y en un momento inesperado ella correspondió cada uno de mis halagos, a su encuentro corrí esa noche, mis piernas temblaban, mi corazón palpitaba de manera exagerada, las manos me sudaban y cuando la tuve frente a mí, por primera vez como mujer y no como amiga, mi cerebro dejo de funcionar y de repente hasta se me había olvidado besar, nuestras narices y chocaron, sutilmente se rosaron, nos miramos fijamente con timidez, con risas nerviosas y actuando como dos infantes que por vez primera se enamoran, nuestros labios se encontraron y nunca en mi vida había guardado el sabor de un beso como en ese instante, un instante que se hizo eterno, era nuestro el universo pues no existía nadie mas en él que nosotros dos y aquel beso que hasta el día de hoy llevo grabado en lo mas profundo de mi ser. Las siguientes semanas fueron el punto máximo de la felicidad, aunque nunca se lo dije así, la amé con locura y con intensidad porque estaba viviendo un sueño que casi cumplía una década. Pero un par de semanas después ella me pidió parar, se sentía confundida por lo que aún sentía por su desamor con quien había terminado apenas un par de meses antes de cumplir mi sueño mas anhelado, en una noche fría bajo la luz de la luna y cubiertos por el gélido manto de la lluvia, entre llantos y dolor le pedí un ultimo beso de amor y ese sin duda es el segundo mejor beso que guarda mi memoria porque jamás mis labios volvieron a buscar con tanta fuerza otra boca, la deje ir y camine bajo la lluvia por horas, queriendo no parar, deseando desaparecer, añorando que ese fuera mi ultimo anochecer, solo que la mayoría de las veces la vida te juega tretas difíciles de entender y al cabo de una semana estábamos juntos nuevamente porque sin darnos cuenta no habíamos podido alejarnos, nuestras almas se llamaban, nuestros cuerpos se deseaban, nuestros corazones en una sola sintonia vibraban. Aunque al final y sin mayor razón la noche fría regresaba y esta vez sus vientos con furia soplaban, su mente estaba turbia, su corazón era un manojo de confusión y de esta manera tomo la decisión de alejarse pidiendo perdón por no poder corresponder a todo aquello que yo estaba dispuesto a ofrecer. Esta bien, lo sé, esta historia no tiene un final feliz, al menos no para mí. Pero aun así no me arrepiento de lo que viví, ni por un segundo cambiaría esta historia mas que en su final porque me hubiese gustado que jamás terminara. Mas sin embargo agradecido debo estar porque lo conocí, conocí ese hermoso sentimiento llamado amor y su recuerdo es algo que llevo todos los días en lo mas profundo de mi corazón y pese a que ya no formo parte de su vida ella nunca dejara de ser alguien muy especial, pues es ella el amor de mi vida, el amor real, aunque nuestros rumbos no se vuelvan a cruzar jamás la dejare de amar y con certeza puedo jurar que cada noche antes de dormir le pediré a la vida y al universo por su bienestar y lo único que quiero es que sea donde sea que esta jamás se olvide de sonreír y nunca permita que la luz de su mirada se apague porque esos dos tesoros son capaces de convertir el mundo en un paraíso sin igual.

 
 
 

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